viernes, 10 de septiembre de 2010

El teatro: Un oficio duro y solitario

¡Saquen la fiera que tienen adentro!, es una de las frases que Farley Velásquez repetía constantemente a sus actores durante el ensayo para que dieran los resultados que él esperaba.

Desesperados, cogidos del tiempo y un poco angustiados por la obra que se les viene encima; Farley Velásquez exige a sus cuarenta actores un trabajo riguroso que entre gritos y constantes repeticiones de escenas se siente la tensión en las voces de cada uno de los actores de la obra: “Hécuba y las troyanas”.

Con una jornada de más de ochos horas diarias, ensayando desde hace cuatro semanas, los actores reflejan en sus caras un cansancio tanto físico como mental a través de sus ojeras por la presión que su director, Farley Velásquez, les exige cada vez más.

“¡No expliques nada, no hagas gestos, no muevas las manos, no muevas la cabeza, no respires!” eran palabras que le salían desde el fondo del corazón al director de teatro Hora 25, quien entre gritos y furia se dirigía hacia una de las actrices con un trapo entre sus manos repitiéndole una y otra vez como hacer las cosas: “¡Hazlo como si ese trapo estuviera lleno de sangre, escúrrelo poco a poco sin que se te acabe el tiempo, hazlo como si te doliera de verdad!”.

Caminando de un lado al otro, decía de nuevo: “Corten” y recordaba a sus actrices con gran nostalgia: “Una mujer troyana la han desposeído de sus hijos, de sus padres; ha soportado la crueldad humana y eso es lo que tienen que mostrar”.

Una y otra vez repetían las escenas hasta que quedaran perfectas, con un palo entre sus manos marcaba el ritmo de las voces y con el oído escuchaba constantemente el tono que debía tener la voz, el manejo adecuado cuando las troyanas subían y bajaban la voz era una de las características que Farley Velásquez no dejaba pasar por alto. Su asistente de dirección y vocalista del grupo teatral, Jorge Iván, con rigidez y seriedad les recordaba a las actrices: “Hagan constantemente los chacras para que afinen su voz y tengan una buena respiración”.

“¡Eso es!” era lo que gritaba Farley Velásquez con alegría cada vez que lograba lo que quería, era tan indescriptible su felicidad que se le notaba hasta por los poros y con gran orgullo decía a sus ocho troyanas: “Por ahí vamos, eso es”.

Pasaban lentamente las escenas, el tiempo corría y Farley Velásquez miraba su reloj, ya eran las 6:30 de la tarde, se notaba el cansancio de los actores que mientras tomaban agua en el momento de las correcciones y modificaciones por parte del director, se tocaban sus espaldas y respiraban profundamente para coger impulso y poder continuar con el ensayo.

Su director cada vez les exigía más, en cada una de las escenas les recordaba lo bien que tenía que salir la obra y mientras ensayaban hacía constantes modificaciones en cuanto a la escenografía: “¡Gustavo! Para el calentamiento de mañana, me organizas este rincón que será destinado para el camerino de los hombres, para que se retoquen y no me vayan a volver mierda el teatro”.
Mientras sonaba la música clásica y los actores decían su parlamento, Farley Velásquez en un tono fuerte decía: “¡Alto, necesito que la música vaya en el otro rincón, muevan todo el equipo para que el sonido se sienta desde ese lugar!”. Así era como el director iba perfeccionando la obra en el momento en que ensayaban, con el fin de satisfacer a su público y mostrarles a través de su obra: "Hécuba y las troyanas" la crueldad que vive el ser humano en la tierra.
Escrito por: Érika Múnera Otálvaro

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